Un baño de confianza. Probablemente se recuerde mejor el shampoo, pero también hubo de Selfy un desodorante. Unisex, como no era raro en la época. Obviamente, siguiendo el mismo relato: ir al rescate de la confianza personal. Una secretaria buscando pega, un novio a punto de casarse o una joven avergonzada de andar en la calle eran la excusa perfecta para… ¡hey! Irrumpir de la nada con el desodorante. Amo la actitud de la secretaria, sacando el letrero de "se necesita secretaria" y tirándoselos encima, como diciendo "no busquen más, ya llegué".
Lo que sí faltó, me disculpan, pero el puro Selfy sin el “y shasssss…” no tiene el mismo efecto. Faltó la chaucha pa’l peso ahí.
Igual mi mamá se lo compró en su época. Pa’ puro quebrarse.
[vía]
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