Los réclames de perfumes tienen algo. De partida, obviamente que los que salen en pantalla siempre se van a ver mejor que tú, o van a tener un hobby más bacán que el tuyo, o van a salir haciendo algo más entretenido u osado de lo que haces tú o… no sé. Y nos topamos con uno que se convirtió en un clásico de esa época en que todavÃa era posible encontrar en los réclames algún producto como de status más alto. No como ahora que es casi todo retail. O “griteil” como le dicen algunos. De hecho, estos comerciales de perfumes (o calzado y ropa fina, o en general cualquier cosa de status) eran bastante más comunes de lo que se recuerda. Y era obvio que a los que no se sentÃan tan top les gustaba hueviar con esto. La talla del “Almeja Brava” era un clásico de más de algún humorista.
Pero mejor vámonos a ese jingle de letra exquisita y de alto contenido humano. ¡Aaaaaaaaaaaguaaaa Braaaaavaaaaa! Y te lo cantan fuerte una y otra vez pa’ que no te lo podai sacar en toda la semana.
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Con esto entramos al terreno de las "drogas duras". Los Caracoquesos. Y nos los presentan en una ambientación de restaurante italiano, con chef y todo. Y pese a que el chef primero se da color y dice que es muy difÃcil prepararlos, luego tiene que reconocer que es algo muy fácil. Al final, el chef literalmente tira el gorro de pura impotencia. Es que ya, con tanto fideo preparándose tan fácilmente, se autopercibe como innecesario.
¿Pero se dieron cuenta de algo? Hasta esa época todavÃa les decÃan ampliamente “fideos” y no “pasta”. Si hasta el chef dice “fideo”. Y otra cosa que pasó súper desapercibida: cuando la mujer le dice al chef que le tiene que dar la receta, al acompañante se le sale un “pero pa’ qué”, asà como pensando “esta mina pide puras h…” Ni que decirlo. Todo un potencial funado…
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Un baño de confianza. Probablemente se recuerde mejor el shampoo, pero también hubo de Selfy un desodorante. Unisex, como no era raro en la época. Obviamente, siguiendo el mismo relato: ir al rescate de la confianza personal. Una secretaria buscando pega, un novio a punto de casarse o una joven avergonzada de andar en la calle eran la excusa perfecta para… ¡hey! Irrumpir de la nada con el desodorante. Amo la actitud de la secretaria, sacando el letrero de "se necesita secretaria" y tirándoselos encima, como diciendo "no busquen más, ya llegué".
Lo que sà faltó, me disculpan, pero el puro Selfy sin el “y shasssss…” no tiene el mismo efecto. Faltó la chaucha pa’l peso ahÃ.
Igual mi mamá se lo compró en su época. Pa’ puro quebrarse.
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¿Te imaginai llegara Pedro Picapiedra a una tienda pidiendo que le muestren teles?
Ya que el regreso de ABC como marca de tiendas está a la vuelta de la esquina, pinchemos esa época en que las, en ese tiempo, “Supertiendas ABC” hicieron toda una campaña de “no hay clientes difÃciles”. Una señora preguntando por una lavadora, un joven queriendo escoger un minicomponente, un espÃa preguntando por una radiocassette (y el vendedor le ofrece una Kioto… jaja, buena la referencia), todos planteando sus exigencias y dejando claro que no se iban a ir de la tienda con cualquier cosa. Y, en uno de esos réclames, aparece nada menos que el mismÃsimo Pedro Picapiedra queriendo comprar una tele. De pantalla gigante y “alta definición”.
Bastante adelantado a su tiempo… para ser de la era de piedra.
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PartÃan los noventas y el optimismo económico se habÃa instalado con todo. Se llenó de “financieras”, como divisiones de los bancos, orientadas a dar créditos (que en la época les decÃan “préstamos”) a la clase media y baja. Y una de ésas, echó mano de una figura emergente de la tele, el Kike, y una frase que se sacaron para hacer referencia a no tener plata, al “billete corto”, el famoso “ini piñi”, que igual la gente lo decÃa indistintamente como “iñi piñi”, pero qué tanto.
Y ahà tenÃamos al Kike en una plaza leyendo un diario miniatura o en la fuente de soda tomándose un schop también mini, viéndose ridÃculo al lado de otro que sà tenÃa el manso schop. Yo digo no más, el que se estaba tomando ese manso schop, no salió de ahà caminando…
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Y más de la vuelta a clases. El Laboratorio Chile se enfrentaba a la misión de poner un tema sobre la mesa que era un verdadero tabú de las mamis de la época y sus brocacochis. De pediculosis no se hablaba y, como la avestruz, se preferÃa “esconder la cabeza”. Eso y relegar a los compañeritos con esos bichos en la cabeza a lo último de lo último. “No te juntes con X niñito que te puede pegar los piojos” era la frase que se escuchaba más que a menudo. Algunos tratamientos, no muy ortodoxos, recomendados de boca en boca, eran la solución común entre familias menos favorecidas para solucionar el problema. Y el “esconder la cabeza como la avestruz” pasó al vocabulario común para referirse a quienes optan por evadir o negar un problema en lugar de enfrentarlo. Asà que al final el Launol era como la solución fácil y efectiva.
Bueh, de esas cosas se avergonzaba la gente. Honestamente, hay cosas peores y que deberÃan dar más vergüenza que esto.
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Y la vuelta a clases se sigue viviendo en este humilde boliche. Con un réclame de cuadernos que no podrÃa invocar más la vibra hormonal del primer amor… y todas esas siutiquerÃas propias de cabros jóvenes. ¿A alguien aquà le habrán pillado una carta que le daba vergüenza enviar?
Como sea, que un cuaderno sea “el único que te comprende”, como que no habla bien de una etapa que, para más de alguno, no fue más que un tiempo que habÃa que aguantar y que, como decÃa Malcolm el de en medio en una frase parecida, lo mejor es que “en algún punto, termina”.
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Hay tecnologÃas que nos llegaron atrasadÃsimas. TodavÃa para 1992 (o incluso hasta el año siguiente), la importadora que traÃa los productos de Nintendo a Chile, H. Briones, le daba con todo a promover la consola que sólo hacÃa un par de años habÃa comenzado a importar, la NES (Nintendo Entertainment System) y que en USA habÃa debutado, primero en mercados de prueba, en 1985. Y este juego, el Rad Racer, habÃa sido publicado por Squaresoft en Japón y USA ¡en 1987! (y en Europa al año siguiente).
TodavÃa les daba cosa abandonar productos después de un par de años. Y sÃ, para ese año ya tenÃamos a la venta el Super Nintendo… pero era carÃsimo. Los precios de algunos juegos del SNES en su época, si los ajustáramos por inflación, dejarÃan baratos los de la Switch. Tener dos juegos para tu consola era un lujo.
Edit: me avisaron y tuve que buscarlo, pero sÃ, éste era en realidad el réclame del F-Zero en USA, al que le editaron capturas del Rad Racer para promover éste último en Chile. Jajaja… asà caÃmos.
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El Pato “Pichi” Strahovsky hizo varios réclames. De algunos me acuerdo, como el del papel Suave (que ya lo hemos visto por acá) y el de la vaca, pero éste lo tenÃa perdido. En tiempos en que la gente todavÃa mandaba a revelar rollos de fotos, el Pato salÃa en este réclame de la promo de turno de Foto Quick, una de las muchas cadenas de revelado que existÃan por ese tiempo. Además del rollo y el tÃpico álbum (que era re cutre pero era gratis, y lo gratis es gratis), con cada revelado regalaban cassettes de música de cantantes latinos de la época. Tipo “música para encerar” o “Sonido AM Chile” en Spoti (guiño, guiño). Y el Pato hablaba tan rápido al final, arrancando de la horda de gente que también querÃa los regalos, que ni con velocidad a 0,25 le pude entender bien lo último.
Esto quedarÃa como otra de esas frases borrosas de la publicidá nacional, al más puro estilo de la del manjar Colún, ésa de “me quiere todo esto y la luna y el sol y el gato”. O casi.
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Anoche, Juan Pablo López metió, bien a la pasada, ese momento del recreo colegial en que siempre que nos tocaba una colación bacán, llegaba tu compañerito/a y te decÃa “¡Daaaaate!”. Y, aunque no estoy seguro al 100, podrÃa decir que todo partió aquÃ, con este réclame. Soprole habÃa lanzado un manjar (dulce de leche para la señal internacional) en tamaño individual. Era individual pero pequeñito, asà que tenÃas que tener mucha amistad con tu compañerito como para convidarle un poco.
Nunca me mandaron esta colación, pero sà me daban $10 para comprar algo en el carrito. Siempre compraba de esos manjar en tableta. A peso cada tableta. Rara vez convidé. Pero cuando lo hice, me comà 8 de las 10. Fue el mejor manjar de la vida.
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¡Los otros “festivales”! Cuando llegaba la temporada del Festival de Viña, la vibra del evento se esparcÃa por todos lados. Era “el” evento artÃstico del año. Todo entraba en “modo festival”. No era como ahora, en que puedes renegar del evento para sentirte cool. Y si tenÃas un negocito por ahÃ, del tamaño que fuere, más te valÃa entrar a la onda. Asà tuvimos otros “festivales”, no muy convencionales, como uno que armó Mundomágico con imitadores o la liquidación de verano de Corona, convenientemente rebautizada como un “Festival de Precios”. Éramos paÃs chico, inocentón… y el Festival de Viña no se exportaba como hoy lo hace, ni mucho menos habÃa un Di*n** o un Fox encima que se opusiera o pretendiera sacar su tajada. Otra época.