Hace cuatro décadas, el que hubiera una compañía prestigiosa tras un producto innovador y que el aviso apareciera en un horario importante en la tele, nos hacía creer en productos que, de otra forma, parecerían un milagro. A mitad de la era ochentosa, antes de las noticias, nos mostraban este parchesito revolucionario de la Beiersdorf (pero que nos la nombraban como BDF porque ¡quién cresta pronunciaba bien Beiersdorf!) para combatir los callos. Yiaaaa… es como un “parche curita”… ¿pero pa’ los callos?
Cornina se llamaba la nueva maravilla. Y los brocacochis de la época asimilábamos todo lo que nos mostraban en la tele y andábamos “recomendándoselo” a la tía o a la abuela de turno que siempre andaba con las patas pa’l gato. Porque todos teníamos un pariente que tenía las patas pa’l gato.
Nunca compramos un Cornina. Pero todos sabíamos que existían.
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