Y ahà estaba yo, de chico frente a la tele, viendo como una familia vivÃa inmersa en lo que serÃa un cenicero gigante. Ya sabÃa, ciertamente, qué era el tabaco y los cigarrillos que los papis fumaban y todo eso. Y sabÃa lo desagradable que era ese aroma. Pero lo que incluso hasta hoy no sé es cómo, de la noche a la mañana, un aroma que era empleado en jabones terminaba siendo algo desagradable que habÃa que combatir. Pero ahà estaba. De pronto el tabaco apestaba y los genios del marketing inventaban el nuevo desodorante ambiental antitabaco, una maravilla que prometÃa el cielo.
Sinceramente, hay una solución más barata para eso, quiridi: ventilar.
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