Capítulo III
- Igual me meto a veces a Tinder - le dije.
- ¿Y te sigue pasando eso que me contaste la semana anterior?
- Un poco. Pero ahora ya con menos esperanzas.
- ¿Y por qué?
- Es que descarto gente por linda. Por alta. Por flaca. Igual suena raro.
- Entonces... ¿sigues pensando en que eres un torrante?
- No debería. Ya lo sé y lo hablamos hace mucho tiempo y varias veces. Es sólo que ya conozco a las de su clase. Cuicas. Y aunque no pensara eso y no hubiera pasado por eso, sigo pensando en que puedo tener un cartón muy bueno en una universidad muy buena, pero hay algo que no tengo. Seguramente cualquiera de ellas además de ser profesional, tener un buen pasar y todo eso, tienen toda una tradición familiar hacia atrás. Sus padres fueron profesionales, sus hermanos estudian y sus abuelos probablemente también fueron profesionales. Se juntan entre ellos... todo eso.
- Te sientes un torrante.
- Pero dime dónde voy a encajar en todo eso. Cuando tenga que presentarle a la familia, qué voy a hacer.
- Y tu hermana...
- Mi hermana tiene menos cartón que yo y se metió a pololear con un alemán. Y le presentó a la familia y él también le presentó a la suya. Viven en una casa grande, bonita.
- Entonces... ¿por qué tu hermana sí y tú no?
- Es que los europeos son de otra cultura. No tienen prejuicios como aquí. Y mi hermana es aspiracional. Es otra cosa.
Ya era la hora y le paso la hoja del seguro para que ella la llene. Me la devuelve.
- Pide que te la timbren - me dice.
Mi psicologa se despide con un chao. Vuelvo al mesón de recepción, le paso a la secretaria la hoja del seguro y el cheque. Me entrega la boleta. Le pregunto si ya está tomada la hora para el próximo viernes, aunque la pregunta es innecesaria, ya que quedó para siempre la consulta fijada el mismo día de la semana y a la misma hora. Meto la boleta rápido a una carpeta, cierro el bolso, y salgo de la consulta hacia la estación Escuela Militar. A ver gente linda.
(*) Esta es una historia de ficción basada en hechos reales.
- ¿Y te sigue pasando eso que me contaste la semana anterior?
- Un poco. Pero ahora ya con menos esperanzas.
- ¿Y por qué?
- Es que descarto gente por linda. Por alta. Por flaca. Igual suena raro.
- Entonces... ¿sigues pensando en que eres un torrante?
- No debería. Ya lo sé y lo hablamos hace mucho tiempo y varias veces. Es sólo que ya conozco a las de su clase. Cuicas. Y aunque no pensara eso y no hubiera pasado por eso, sigo pensando en que puedo tener un cartón muy bueno en una universidad muy buena, pero hay algo que no tengo. Seguramente cualquiera de ellas además de ser profesional, tener un buen pasar y todo eso, tienen toda una tradición familiar hacia atrás. Sus padres fueron profesionales, sus hermanos estudian y sus abuelos probablemente también fueron profesionales. Se juntan entre ellos... todo eso.
- Te sientes un torrante.
- Pero dime dónde voy a encajar en todo eso. Cuando tenga que presentarle a la familia, qué voy a hacer.
- Y tu hermana...
- Mi hermana tiene menos cartón que yo y se metió a pololear con un alemán. Y le presentó a la familia y él también le presentó a la suya. Viven en una casa grande, bonita.
- Entonces... ¿por qué tu hermana sí y tú no?
- Es que los europeos son de otra cultura. No tienen prejuicios como aquí. Y mi hermana es aspiracional. Es otra cosa.
Ya era la hora y le paso la hoja del seguro para que ella la llene. Me la devuelve.
- Pide que te la timbren - me dice.
Mi psicologa se despide con un chao. Vuelvo al mesón de recepción, le paso a la secretaria la hoja del seguro y el cheque. Me entrega la boleta. Le pregunto si ya está tomada la hora para el próximo viernes, aunque la pregunta es innecesaria, ya que quedó para siempre la consulta fijada el mismo día de la semana y a la misma hora. Meto la boleta rápido a una carpeta, cierro el bolso, y salgo de la consulta hacia la estación Escuela Militar. A ver gente linda.
(*) Esta es una historia de ficción basada en hechos reales.
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