Decir lavaloza lÃquido ochentoso era decir Quix. Quik no, Quix. Nunca entendà por qué tuvo un nombre tan similar al producto de “tu amigo, el del sabor”, pero, al parecer, nunca les importó. Y Quix era siempre el mismo cuento: la soa dueña de casa lavando platos (y en varias veces, conversando con el locutor). Pero es que las soas ochentosas de la publicidad, salvo casos puntuales, no parecÃan soas. Quix repitió a la soa lavando platos hasta el fin. Lavar platos nunca fue un cacho en la tele, porque habÃa Quix. Y ahora encima con limón, producto que al final imitaron todos. De ahà que estas publicidades (al menos las de esta era) parezcan tan empelotantemente genéricas. Y nos quedaron marcadas por lo mismo. A veces se gana por insistente. A veces.
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