Ya corría la segunda mitad de la era ochentosa, y Viña Concha y Toro decidió relanzar uno de sus vinos en contra de toda la “venta de moto” del mercado, en el que la calidad se medía en medallas, supuestamente ganadas en concursos internacionales, junto con un sinfín de adornos y parafernalias varias, y donde competidores como el 120 de Viña Santa Rita derechamente decían “Elíjalo por sus medallas”. Así es que inventaron un vino ficticio “Gran Fachada” sólo para burlarse de los demás vinos y del mercado, y luego presentar su producto, Clos de Pirque, que no llevaba ninguna medalla y, en cambio, prometía un vino de calidad dentro de la botella. Y es que, chiquilines, el Clos de Pirque no nació en caja. No, señor.
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