Otra vez caigo en el recuerdo de algo que alguna vez vi y que tiene demasiado retro por segundo que hasta a mí me supera. Corría la década de los sesentas y los gringos estaban en la moda de sacar montones de productos para hacer en casa cosas que originalmente no se hacían en casa o bien para hacer de forma instantánea cosas que requerían de tiempo y trabajo. Eran tiempos de revolución en la vida hogareña de la familia gringa, tiempos que habían comenzado en los cincuentas con el auge industrial que vino posterior a la guerra. Estaba en full auge el tema del consumo, y en la tele se llegaban a promocionar cosas como tener un automóvil... o mejor dos, uno para él y otro para ella. Y entre tanto auge de nuevos productos de consumo, alguien creó una forma simplificada y casera de hacerse la permanente en el pelo que, convengamos, no era nada nuevo aún en tal época, ya que los primeros métodos se inventaron en la segunda mitad del siglo XIX. Pero de pronto ahí estaba la posibilidad. De todas formas, desconozco el éxito de este producto, toda vez que las mujeres hoy en día lo más que intentan por su cuenta es teñirse el pelo.
Guatearon en Viña un día: Vanessa Miller, la nana argentina (2003)
- Por Preto
- enero 20, 2023
Este fue un número en el Festival de Viña de los dosmiles que tal vez se recuerda más de lo que debería. Desde hacía algún tiempo que la actriz Vanessa Miller, gracias a unos años durante los cuales había vivido y trabajado en Argentina, se las ingenió para moldear un nuevo personaje que tuvo algo de relevancia en la tele de su tiempo: Bárbara Belorti, "la nana argentina". De ahí se dieron las posibilidades de llevar el personaje al escenario de Viña en el 2003. Lástima que el "monstruo" no entendió la propuesta.
De partida, irrumpió sin presentación, lo cual se podría considerar como un arma de doble filo, ya que, si bien es un recurso que sirve de cierta forma para marcar la actitud del personaje, si no se hace bien deja la sensación de una falta de orden o estructura que no todo el mundo entiende.
Pasando al contenido, el show no fue completamente nefasto en sí mismo. Fue sólo que la ametralladora de frases de doble sentido no es gratis. No basta con tirar frases una tras otra, porque sí, gratuitamente, esperando una buena acogida. Y ni contemos las poses "x-rated" que dejaban la impresión de no saber si estábamos mirando Viña o una película picante de bajo presupuesto.
La inseguridad de la actriz era notoria. Y toda la intención se vino abajo cuando preguntó al público si querían ver los "premios" (en joda) que tenía para Vodanovic. Por qué cresta le preguntó al público. En ese momento se le vino abajo el show. Pocos minutos después pasó a lo de los bailarines que, en fin, posiblemente había un trato para que aparecieran en el escenario sin importar qué, al ritmo del playback de Vanessa (que vaya que se notó) y acto seguido se larga a cantar un trozo de "Sólo le pido a Dios" que, asumámoslo, no juntaba ni pegaba con nada, aunque la intención haya sido buena. Finalmente, acepta que es tiempo de retirarse, recibe el saludo de su madre, la también actriz Liliana Ross, quien de paso tuvo que guardarse la vergüenza, y listo, fin.
Acababa de morir un personaje, y acababan unos incómodos nueve minutos que, como ya dije, no deberían recordarse tanto.
Guatearon en Viña un día: El collage de Miguel Bosé (2018)
- Por Preto
- enero 20, 2023
Ah... Viña 2018, la última vez que CHV hizo Viña... y quiso que se recordara su paso con un premio por primera vez entregado a un artista. Y el pato lo pagó Miguel Bosé. Ante el acto de Carolina de Moras quitando el velo del "Premio Ícono", al que las redes sociales calificaron como "collage de kinder", el pobre cantante tuvo que fingir gratitud y sorpresa, ante un premio que rápidamente el Rafa Araneda salió a mencionar que había sido supuestamente hecho por un diseñador y un artista, en un momento que, por poco, sería el papelón por el que más se recuerda a CHV en el Festival. El otro es la destrucción del show de Jamiroquai mostrando más al público que al artista, sí, también el mismo año. Esto las tenía todas para ser un "guatearon en Viña un día", excepto porque el que guateó no fue el cantante. Bosé nunca se llevó el collage, supuestamente aduciendo problemas de transporte por el peso y tamaño. Uff, no se vaya a caer el avión con 3 kilos más.
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Partían los noventas y ya teníamos la primera revolución de los envases: nacían las botellas de plástico retornable, más livianas e irrompibles. Aquí se muestra a la Pepsi dar el paso, de la mano de su figura en Chile por esos tiempos, el actor Bastián Bodenhöfer. La Coca-Cola tenía ya una botella de litro y medio, pero era de vidrio, un auténtico botellón grande y pesado… ¡y sólo era de 1 litro y medio! Que todos se agarraran de la idea fue cosa de meses, tal vez semanas. Y atrévete a decir que cuando chico no jugaste a hacerlas rebotar.
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Esto es de esa época en que todavía funcionaba venderle al ABC1 una cerveza nacional. Hay gente que aún considera este aviso de Royal Guard como una auténtica joya. Lo sigo viendo y aún no entiendo si había una historia tras esta secuencia de imágenes. Lo más singular de esta pieza es que todo el spot se ve en tonos de azul, en un intento de comunicar una suerte de “frialdad refinada”, todo excepto la cerveza y su logo. La tele a color nos había llegado hace escaso tiempo a la casa, así que por poco y no me doy cuenta en su época. La “banda sonora” es un espectáculo aparte, un 90% influenciada por el tema “Cursum Perficio” del disco de Enya de 1988 titulado “Watermark”. De ese mismo disco, hay otros ejemplos de música que terminó en otros spots de tele, como el track homónimo “Watermark” que terminó siendo usado en un comercial de la CTC, “Storms in Africa” que fue empleado en un comercial de cosméticos del que ya no recuerdo ni la marca y, cómo no, en ese disco también aparece “Orinoco Flow”, quizás el tema más abusado de la historia del new age de todos, de todos, de toditos los tiempos.
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