En los ochentas, los programas matinales en radio con música de la Nueva Ola eran furor. Pero habÃa un señor que se la pasó años usando como cortina musical cada mañana, en cada radio en que él estaba, el tema "Abran Las Ventanas" de Los Cinco Latinos, grabado en 1957 como lado B en un acetato de 78 RPM. Y mientras corrÃa el disco, el se las mandaba cantando "Abramos las ventanas a la vida / Es primavera / Es primavera..." Cómo olvidar cada mañana esa lucha con mamá por apagar la radio y poner la tele porque a las 11 de la mañana empezaban los monos animados. En sà no era un locutor ni una circunstancia hincha pelotas, pero era tanta la insistencia y la rutina que me terminaba aburriendo.
Hoy todo eso no es más que nostalgia. Pero en esos ya lejanos dÃas, lo único que uno querÃa era que la primavera terminara luego y llegara el verano, o bien, que mamá cambiara de radio. Lo último no ocurrió nunca.
En casa comprábamos productos alternativos porque eran baratos, incluso muchos de ellos ya han desaparecido y mientras estuvieron a la venta nunca tuvieron publicidad. La tele nos bombardeaba con publicidades de productos que no comprábamos porque eran caros, o porque encontrábamos que eran caros. En esa época ochentosa eran pocos los productos "famosos" que comprábamos. Yo tenÃa suerte con los yoghurts. Pero mucho más allá no llegábamos.
En casa comprábamos Abolengo porque era barata. Y cuando esa servilleta barata empezó a salir en la tele como la servilleta más absorbente de la galaxia, me sentà hasta más digno. O al menos una sensación de existencia difÃcil de definir o de darle un nombre. TeorÃa del capitalismo, ayúdame.
La primera vez que vi este spot, en un compilado de publicidad antigua, lo encontré medio creepy, pero original... para la época. Hay pocas cosas que se puedan considerar más "americanas" o "gringas" que la mantequilla de manÃ. Básicamente, el comercial se va en explicar con animación un tanto abstracta visualmente los orÃgenes de la mantequilla de manà hace "50 a 60 años atrás" (a contar de 1958) y qué habÃa pasado con ésta, haciéndola ver como un producto novedoso pero defectuoso en cosas básicas, como por ejemplo que se ponÃa aceitosa, pegajosa y que no permanecÃa fresca por mucho tiempo. Luego, destacan su aparición en la década de 1930 como un producto mejorado en aroma y sabor y que finalmente no le debe nada al producto original.
Lo iba a traducir, pero se entiende con sólo mirarlo. Y eso no lo hace medio mundo.
SÃ, hasta que al final ¡APARECIÓ!
La abominación apareció. El fondo blanco, esa mujer saltando al vacÃo, la música creepy, el efecto sobre la imagen cuando se muestra el par de botellas. Todo eso apareció nuevamente por casualidad cuando revisaba en YouTube tandas de comerciales antiguas y me encuentro en el canal de Telearchivos esta joya. Y vuelve todo el recuerdo de lo que ocurrÃa al terminar el comercial: la imagen de las dos botellas con el fondo blanco permanecÃa fija en pantalla por varios segundos, y la música de terror aparece. Intento apagar ese aparato, luego desenchufarlo, pero nada, las botellas siguen ahÃ. Es entonces cuando no atino a otra cosa que correr... ¡para que esa botella de Nivea Milk en pantalla que sale de esa caja tonta no me coma!
Nunca pensé que esa suerte de tener papitos que a uno le compraban los yoghurt de moda terminarÃa por eliminar de mi vida el maravilloso pote de 175 gramos, reemplazándolo por el de 110. Carne por charqui. Y eso fue lo que pasó cuando apareció Requete Gurt.
Un yoghurt igual al otro, ya saben, al pote Soprole tradicional (yo nunca le noté diferencia) y que dependiendo del sabor venÃa con un mono distinto dibujado en la etiqueta.
Requete rico... pero más chico...