Hoy tenÃa doble consulta médica. Dejémoslo en “médica”, para qué entrar en detalles. Llevé todo el dÃa una videocámara de mano. Tome algunos cortos desde el piso que trabajo, en el Metro, en el paradero del Transantiago, en algunas esquinas más, luces de autos, gente, fin de la jornada, edificios, Apoquindo y su gente pasando rajada en sus todoterrenos. No sé por qué lo hice. Tal vez para tenerlos por si acaso. Tal vez para usarlos en un video que a su vez es una excusa para comunicar otra cosa.
Extraño hacer vÃdeos, pero no quiero, me niego absolutamente a retomar todo donde quedó.
Básicamente mis caminos en un comienzo son dos: hacer de esos videos cortados donde se habla súper rápido, se actúa, se hace travestismo si es necesario y terminan campantemente suplicando un “me gusta”, un twitteo, un favoriteo, un “suscrÃbete”. O bien, darle una vuelta más y tratar de “ponerle alma” a lo que trato de comunicar. Sacar la cámara del rincón del cuarto y llevarla a la calle, al mundo de afuera y que esas imágenes, esos lugares, provoquen o gatillen “algo” dentro mÃo. Algo que tengo la esperanza de que aún haya un rastro, un raspado de lo que era y que se durmió, por años, por privilegiar otros asuntos, en otros tiempos, difÃciles, en que no habÃa otra opción que hacer lo que habÃa que hacer para que en un futuro todo fuera mejor. Lo fue, un dÃa llegó el cartón académico, el trabajo, la adultez, pero perdà años postergándome.
Dicen que la creatividad se va con el tiempo y que hay que ejercitarla para no perderla. Sinceramente, hacer videos como los que harÃa un teenager simplemente no me acomoda y ya no es opción. Suplicar favoritear, twittear, likear al final, menos. Meterse a comentar a cada video que llegan a pisar en la vida, peor. Lo entiendo, asà es como se llega a tener 100, 500, 1000, 100000 suscritos y talvez la fama. No lo niego que veo a muchos de ellos, algunos con creatividad, o recursos, o un gran equipo detrás, o una mezcla de todo eso. Y me he pasado estos últimos tres meses viendo mucho, mucho videolog.
El momento cúlmine es cuando su obra llega a la tele. No de la forma “tradicional”, sino más fácil: conectar el laptop al TV. Las TV de ahora permiten eso. Gran parte de los vloggeros ya producen en HD. Con muchos me rÃo a destajo. Otros me dejan pensando. Pero todos me dejan la impresión de que más temprano que tarde lograrán ser “la nueva tele”. El mismo tiempo que ha ocupado tradicionalmente un producto realizado con recursos y figuras de fama, ahora lo está ocupando en mi pantalla un simple mortal con una cámara en frente que invirtió un par de horas o una tarde completa en elaborar un mensaje y subirlo a Internet y que, salvo costos inherentes y obvios, no le costó un peso.
Es la nueva tele. Me gusta la idea. Pero cuál será la manera de entrar, siendo fiel a mÃ, desde lo que soy y desde donde estoy. Con alma.
(29 de mayo de 2012)
Extraño hacer vÃdeos, pero no quiero, me niego absolutamente a retomar todo donde quedó.
Básicamente mis caminos en un comienzo son dos: hacer de esos videos cortados donde se habla súper rápido, se actúa, se hace travestismo si es necesario y terminan campantemente suplicando un “me gusta”, un twitteo, un favoriteo, un “suscrÃbete”. O bien, darle una vuelta más y tratar de “ponerle alma” a lo que trato de comunicar. Sacar la cámara del rincón del cuarto y llevarla a la calle, al mundo de afuera y que esas imágenes, esos lugares, provoquen o gatillen “algo” dentro mÃo. Algo que tengo la esperanza de que aún haya un rastro, un raspado de lo que era y que se durmió, por años, por privilegiar otros asuntos, en otros tiempos, difÃciles, en que no habÃa otra opción que hacer lo que habÃa que hacer para que en un futuro todo fuera mejor. Lo fue, un dÃa llegó el cartón académico, el trabajo, la adultez, pero perdà años postergándome.
Dicen que la creatividad se va con el tiempo y que hay que ejercitarla para no perderla. Sinceramente, hacer videos como los que harÃa un teenager simplemente no me acomoda y ya no es opción. Suplicar favoritear, twittear, likear al final, menos. Meterse a comentar a cada video que llegan a pisar en la vida, peor. Lo entiendo, asà es como se llega a tener 100, 500, 1000, 100000 suscritos y talvez la fama. No lo niego que veo a muchos de ellos, algunos con creatividad, o recursos, o un gran equipo detrás, o una mezcla de todo eso. Y me he pasado estos últimos tres meses viendo mucho, mucho videolog.
El momento cúlmine es cuando su obra llega a la tele. No de la forma “tradicional”, sino más fácil: conectar el laptop al TV. Las TV de ahora permiten eso. Gran parte de los vloggeros ya producen en HD. Con muchos me rÃo a destajo. Otros me dejan pensando. Pero todos me dejan la impresión de que más temprano que tarde lograrán ser “la nueva tele”. El mismo tiempo que ha ocupado tradicionalmente un producto realizado con recursos y figuras de fama, ahora lo está ocupando en mi pantalla un simple mortal con una cámara en frente que invirtió un par de horas o una tarde completa en elaborar un mensaje y subirlo a Internet y que, salvo costos inherentes y obvios, no le costó un peso.
Es la nueva tele. Me gusta la idea. Pero cuál será la manera de entrar, siendo fiel a mÃ, desde lo que soy y desde donde estoy. Con alma.
(29 de mayo de 2012)