De más decirlo, inevitablemente cayendo en el cliché de "los tiempos en que no habÃa YouTube". En los noventas, para tener una cámara de video habÃa que desembolsar 500 lucas de la época para poder optar a una Handycam de esas que grababan en VHS o, con suerte, en algún formato como el video 8 o el Hi-8. En los noventas, como una ola aparecieron en todo el continente y en todo el mundo, como exportación directa de los "yunaites", los espacios de videos caseros. El que marcó toda una época y que jamás pudo ser igualado - ni siquiera por el propio canal que lo realizó- fue el popular Video Loco. Era el imperdible de los viernes después de las noticias. La gracia que tenÃa -y que ni siquiera el famoso YouTube que usamos ahora tiene- era la post-producción, eran las voces que usaban en los videos, las cuales eran doblajes realizados por los propios "corresponsales videÃstas", como les llamaba Checho Hirane en pantalla, otrora afamado comediante y hoy al mando de un matinal radial derechista... pero no viene al caso.
Y entre tanto video foráneo, también habÃa espacio para la producción nacional. Hubo muchos videos, algunos mejores que otros, que eran enviados al canal con un incentivo tentador para la época: premiaban con 200 lucas a los videos sólo por ser exhibidos. El famoso video del hipnotizador de patos ganó el capÃtulo, la temporada y terminó como el mejor video de todos los tiempos de Video Loco e incluso fue reexhibido por el mismo programa una vez que alcanzo la fama en los mismos "yunaites", en versión doblada. Un video campestre, sin ningún arreglo, no como muchos videos que, desgraciadamente, ganaron esas 200 lucas por ser exhibidos siendo un completo arreglo.
Y fue asà como, entre tanta avalancha gringa, aparecimos en el mapa.