CorrÃan los ochentas y algunas compañÃas estadounidenses de desconocida reputación habÃan llegado a más que poner un aviso publicitario de 30 segundos en una tanda comercial. HabÃan evolucionado a comprar espacios completos al aire para transmitir sus programas propios. Pero no eran shows comunes y corrientes, sino que eran espacios de televenta. No necesito explicitar este modelo de negocio, porque la verdad es que ya todos lo conocemos. Como los resultados fueron exitosos en el paÃs del norte, no pasó mucho tiempo para que otras compañÃas replicaran el modelo en el resto del mundo. Y asà llegaron a Sudamérica y, obvio, a Chile.
El asunto primero comenzó abarcando canales medianos. TVN o Canal 13 eran palabras mayores y la venta de espacios completos no pasaba de lo hecho en los ochentas por el espacio religioso Club 700 y su cuestionado pero pionero y exitoso pastor norteamericano Jimmy Swaggart, que compró un segmento muy temprano en la mañana en TVN, a la hora en que Canal 11 emitÃa su matinal y los demás canales aún no iniciaban su transmisión. AsÃ, llegados los noventas, el primer espacio de este tipo fue "Arcadia, Novedades IncreÃbles". A medida que avanzaban los años y la televisión chilena expandÃa sus horarios de emisión con programación propia y, con esto, aumentaban los Ãndices de sintonÃa en una suerte de analogÃa del huevo y la gallina, los espacios que iban quedando comenzaban a hacerse más caros, lo cual inevitablemente terminó relegando este tipo de programación pagada a los canales más chicos. Y asÃ, llegamos a UCV TV.
No es mi intención empezar a contar la larga y triste historia del "primer canal de Chile" desde sus inicios en 1957 (que aunque ellos pregonen ese año, las transmisiones regulares comenzaron en 1959). Pero al menos las primeras cuatro décadas, salvo hitos que marcaron a toda una generación como Pipiripao, fue un tiempo en que la televisión regional siempre estuvo en desventaja frente a la establecida en Santiago, a tal punto que según la legislación vigente hasta los años 70 se les impedÃa a los canales regionales poder extenderse por el paÃs. A fines de los 60s, un terremoto deja los estudios enormemente dañados y fue desde esos años que se establecieron en los mismos terrenos en que está su planta transmisora, en el sector de Agua Santa. En 1974 llegan a Santiago como canal pirata, instalando una rudimentaria repetidora en el cerro Santa LucÃa que emitÃa en canal 5. Pero llegaban los ochentas y UCV TV se convertÃa en un canal por el que nadie, ni siquiera la propia Universidad Católica de ValparaÃso, daba un peso. En eso apareció el mencionado Pipiripao, con el mÃtico Roberto Nicolini a la cabeza, ocupando el espacio que dejó el Profesor Rossa cuando emigró a Canal 13. El resto, historia conocida. Sintonizar UCV TV en esos años era casi exclusivamente para ver el programa de Nicolini. El resto, peso pluma.
En los noventas comenzó la ocupación de los informerciales, como más tarde se les llamó en forma genérica. Pasaron los años y ya en la década del 2000 este tipo de programación pagada ocupaba casi la mitad de las horas de transmisión del canal porteño, lo cual llegó incluso a provocar una llamada de atención del mismo Consejo Nacional de Televisión.
Hoy, las cosas han cambiado. Se fueron los altos ejecutivos "con algunos cursos de administración" y llegaron profesionales de verdad a hacerse cargo del canal, destacando a Enrique Aimone, quien a poco andar provoca un punto de inflexión trayendo programación envasada, primero en alianza con Canal 13 y luego por su propia cuenta, e instaurando un área de prensa que de a poco comienza a convertirse en una alternativa de peso, a la hora en que los demás canales programan espacios misceláneos y teleseries. Pero aún existe ese karma que no es sino producto de años de ceder a la programación pagada para mantener la señal al aire de forma "más o menos" rentable. A ratos pareciera que los editores de Publimetro en sus ratos de zapping jamás se han paseado por UCV TV. No han notado la calidad de sus noticieros ni las series, ni nada de lo nuevo que se puede ver actualmente por esta señal. Siguen pegados en los cinturones adelgazantes, en los cuchillos milagrosos, en las máquinas de ejercicio y, penosamente también en ese Falabella TV que aunque con un respaldo de una marca y una empresa potente detrás, sigue siendo del montón. Los infomerciales no han desaparecido del primer canal de Chile. Pero ya es hora de actualizar la percepción.
De vez en cuando vale la pena recordar… oh, esos lindos tiempos frente a la tele viendo mono tras mono. Éstos incombustibles cortos de 7 minutos de los años 50s y 60s eran los infaltables. Es que la "familia oso" es un clásico. Y me refiero a la "familia oso" como una clasificación. En esta caben al menos, y hasta lo que recuerdo, las de dos estudios: por un lado la de la Warner y, por otro, la concebida por Walter Lantz, el que siempre aparecÃa introduciendo al "Pajaro Loco" ("The Woody Woodpecker"). La versión de Lantz destacaba al "papá oso" que siempre que habÃa que arreglar algo en el hogar, él tomaba las herramientas y trataba él mismo de hacer el trabajo, con resultados lamentables. Pero ésta es la versión "familia oso" de la Warner, la cual desconozco si habrá tenido algún tipo de continuidad en el tiempo como la anterior, pero que sin embargo nos regalo momentos realmente hilarantes como este singular "DÃa del Padre".
Ahora recuerde su infancia y por supuesto, a contar de este momento tiene toda la autorización para destornillarse de la risa.
Eran los 90s. Los fines de semana eran de sintonizar religiosamente el Megavisión para ver otro nuevo partido de Iván Zamorano jugando con el Real Madrid y haciendo goles partido tras partido. Tiempos en que los más grandes recuerdan que no andaba nadie en la calle a esa hora, porque todo mundo estaba en sus casas viendo al "pichichi". Aunque reconozcámoslo: Clos de Pirque hacÃa comerciales "llorones". Ahà era donde le interesaba atacar. Y además con una analogÃa como pocas: "la calidad va por dentro". Nosotros, seres humanos, finalmente y aunque no queramos, dejamos salir los sentimientos desde dentro, independientemente de la imagen que queramos que se vea desde fuera. Y, como analogÃa, este vino era conocido desde su introducción al mercado como un vino sin adornos, sin medallas ni nada parecido. Eran tiempos en que uno de los vinos ya existentes en el mercado, "120" de la Viña Santa Rita, se mostraba al mundo con su eslógan "ElÃjalo por sus medallas". Clos de Pirque era todo lo contrario en imagen. Lamentablemente, y con el tiempo, cayó en la categorÃa de vino "cartoné", denominación despectiva que se le da a todos aquellos vinos que cayeron en la tentación de dejar el vidrio por el Tetra Pak, y con ello caer en el mismo saco de los vinos de mala calidad, elaborados con uva de mesa. De nuevo, lamentable. Aunque a juicio de muchos, la declinación en la calidad del vino chileno "masivo" comenzó con el "Familiar" de Viña Concha y Toro, pero ahà nos metemos en otro tete...
[Esto no es un publipost]
"El Tarro" fue más que un viral. Vino a traer los juegos de niños de hace dos o tres décadas. Vino a tocar la fibra de los que en esos tiempos éramos niños y veÃamos esas proezas como hazañas. Y, de paso, se conecta con algo de más o menos esa misma época: esos antiguos comerciales ochenteros que recordamos en que, a puro Milo, un joven deportista entrena y entrena hasta lograr su objetivo y su merecido triunfo. Pero ese antiguo lema "Milo te hace grande" evolucionó. Ahora todo es más instantáneo. El famoso "me la puedo" no es más que la antigua idea de "te hace grande" de esos comerciales ochenteros llevada a lo instantáneo. Me la puedo ahora. Y ése es, según los marketeros, el "espÃritu" actual del Milo. Y a la pasada el doble sentido de "el tarro". "El Tarro" como personaje... y el "tarro" de Milo.
AquÃ, la famosa "caÃda del Tarro" aparece como una pesadilla, pero que es el punto de partida de, adivinen qué: el triunfo final.
Creo que no debà decir el final... aunque ¿podÃa terminar de otra forma... siendo un comercial de Milo?
Siempre me ha llamado la atención la estética audiovisual de los japoneses, con esos movimientos rápidos de cámara y esos zoom-in y zoom-out "de 0 a 100 en fracción de segundo".
Éste es uno de esos aparatos raros que no dejarÃan indiferente a nadie que ame la electrónica o, más aún, que tenga alguna fibra de su ser conectada con Nintendo. Este artefacto de finales de los años 60s podrÃa considerarse que fue el primer producto de Nintendo en usar componentes electrónicos de verdad. Ya desde mucho antes la compañÃa japonesa se habÃa ganado la vida fabricando juegos de salón. Su creador, Gunpei Yokoi, más tarde darÃa vida a la serie de juegos portátiles Game & Watch y al Game Boy original.
La cosa era re simple: el aparato tenÃa dos cables con terminales metálicos. Cada integrante de la pareja sostenÃa con una mano uno de estos cables y con la otra mano sostenÃa la de su compañero o compañera. La aguja marcaba en una escala de 0 a 100 cuanto "amor" habÃa en la pareja. AsÃ, este aparatito podÃa servir a una dama en aprietos para escoger "entre dos amores". O al revés. Incluso Yokoi explicaba que la medición era más exacta si al momento de la medición la pareja se estaba besando. ¿QuerÃs pretextos pa darle un langueteao a la mina que te gusta? Aquà tenis poh, guashito.
El aparato y, en especial, su spot televisivo, se hicieron de culto. Tanto asà que en el 2010 la compañÃa Tenyo relanzó el Love Tester (obviamente autorizada por Nintendo, porque si no, gran demanda gran).
Si viaja a tierras asiáticas, tiene un dilema amoroso que no lo deja dormir, y tiene la oportunidad, cómprelo y salga de la duda.