"La Máquina del Tiempo" (タイムボカン). Una serie de animación japonesa de culto, que tuvo apenas 61 episodios, pero que muchos recordamos haber visto. ¿Cuál era la historia de estos monos? El Profesor Kilovatio, luego de años de investigación, habÃa logrado hacer realidad su sueño: una máquina del tiempo. El viaje inaugural fue todo un éxito, salvo por un detalle no menor: sólo CotorrÃn (un loro que el profesor tenÃa por mascota) vuelve al presente dentro de la máquina, en cuyo interior venÃa además una piedra preciosa llamada "dinamante", que era 1000 veces más valiosa que el diamante común. Su nieta, Selena, apoyada por su amigo Cosmo y un robot
Por otro lado, Ratavari, la antagonista en este cuento, se enteró del hallazgo y alucinó con la idea de obtener más de esos "dinamantes". La idea de ella era seguir a Cosmo y Selena en sus viajes a través del tiempo con la esperanza de que, si los chicos lograban encontrar al Profesor Kilovatio, Ratavari lograrÃa llegar a la época donde existieron los "dinamantes" y hacerse rica. Para ello, logró reclutar a dos
Cosmo y Selena viajaban en la misma nave que el Profesor Kilovatio inventó, a la cual bautizó como la "Crononave". Esta máquina era una especie de insecto todoterreno con un brazo frontal en cuya punta giraba una especie de hélice que le servÃa para abrirse paso excavando, asà como para defenderse de los ataques de Ratavari.
Hay cosas extrañas que siempre me llamaron la atención de esta serie. ¿Por qué Ratavari no emprendió ella solita junto con sus secuaces la búsqueda de los "dinamantes", teniendo ella otra máquina del tiempo, ahorrándose pelear con la nave de Cosmo y Selena? ¿Por qué, si se suponÃa que era una serie infantil, Ratavari se vestÃa tan provocativamente y al final de las batallas con la Crononave quedaba casi sin ropa? ¿Por qué nos llegó una versión con letras árabes?
Supongo que ésas ya son preguntas para las cuales su hora de responderlas ya pasó hace rato. El regalito final es la canción que iba en la mitad de cada capÃtulo -y que creà que nunca volverÃa a escuchar-. Aportazo de hawkmr en Youtube, que también subió la intro y el cierre, tal cual lo veÃamos en el Pipiripao.
En una de las promos del canal Nick dicen que la serie se grabó en el más absoluto hermetismo respecto a quién estaba dentro del traje, y que en Alemania hay un pueblo que lleva el mismo nombre y en el que se tienen que reponer todas las señaléticas cada cierto tiempo, porque los turistas se las llevan como souvenir. Frik. La página de la Wikipedia en inglés sobre ALF habla de una tensión constante en las grabaciones y que el set estaba lleno de recovecos para los titiriteros y que habÃa que reordenarlos, a menudo varias veces para una misma toma, lo que hacÃa increÃblemente tediosa la producción. Un capÃtulo de 30 minutos tomaba hasta 25 horas en ser filmado. Alf era un tÃtere "casi" todo el tiempo. La excepción eran los momentos en que el personaje corrÃa por el set, los cuales eran producidos gracias a un enano que se metÃa en un traje de Alf. El resto del tiempo era tÃtere, y los gestos faciales eran radiocontrolados (sÃ, créalo).
Como ingredientes ingratos, dignos de una "Preto True Hollywood Story", Max Wright (Willy Tanner en la serie) habrÃa manifestado que estaba choreado de trabajar en la serie, básicamente porque tenÃa que servir de soporte para un mono inanimado que se llevaba casi todas las lineas buenas del libreto. Tanto asà que, según Anne Scheeden (Kate en la serie), la última noche de filmación de Alf, Max caminó por el set, tomó sus maletas, subió a su auto y se fue sin despedirse. Jevi.
Cuando TVN pasó la serie en los 80s, yo la veÃa en blanco y negro. Me pasa algo raro con algunos capÃtulos de Alf, que no me ha pasado con ninguna otra serie antigua: he llegado a recordar hasta lo que pasaba en mi casa en el momento en que el extraterrestre peludo (que sólo por revistas supe que era de color naranja) aparecÃa en pantalla. Llevar la tele de 12 pulgadas al dormitorio del segundo piso era una fiesta y cuando era destinada a nuestro dormitorio era como un premio. Pero Alf se veÃa en familia. Salvo mi viejo que ya en ese tiempo hacÃa turnos, con mi hermana nos Ãbamos a la cama de mi vieja y ponÃamos la tele en el compartimento más alto de un closet rústico que básicamente estaba hecho con los trozos de tablero que sobraban del condominio en construcción donde mi viejo trabajaba. La programación nocturna comenzaba a las 21:30 hrs., y con ella, las aventuras del melmaciano naranja. Como duraba media hora (comerciales incluidos), terminaba a las 10 de la noche y ese era el momento en que el más valiente se tenÃa que salir de la cama a girar la perilla hacia la izquierda para apagar la tele. Y como buena tele de las de antes, quedaba en la pantalla el resplandor de la última imagen. Y todos a dormir hasta el otro dÃa.
Y esas noches, gracias al bendito cable, vuelven religiosamente cada noche a las 12, por Nick. Es que la nostalgia tira fuerte.
La canción talvez era chistosa. Era una de las infaltables en los carretes de la media y era catártico el momento en que llegaba esa parte y todos gritando a coro "¡qué cagada!". Y el desenlace, el fin de la historia de la niña que no decÃa nada, era de antologÃa. ¡La mina era muda! Y no faltará el que opine que es el tipo perfecto de mujer. Porque no te va a decir nada y solo querrá pasarla bien.
En Repeat:
Los Ladrones Sueltos - No le dijo nada (1993)
Cuando era chico veÃa al Marcelo de Cachureos y los chicles Dos en Uno, casi como la misma cosa, indivisible. Incluso llegué a pensar que la fábrica de los chicles Dos en Uno la montó él a puro ñeque y de puro buena onda. Pero no. Qué más cuerdo iba yo a pensar cuando tenÃa 6 años y a las 10 y media de la mañana estaba clavado frente a la tele. Este tipo hacÃa su programa y, en el intertanto, te tiraban el comercial de los chicles con puros cabros chicos, cuál de todos haciendo el globo de chicle más grande. Nunca pude hacer globos con el chicle. Para mà siempre el chicle era rico los 5 primeros minutos y luego chao. Cuando terminaba Cachureos, el almuerzo ya estaba listo. El almuerzo de fin de semana era garantÃa de una comida rica -porque para sopas y otras comidas fomes estaban los dÃas de lunes a viernes-. Pero terminaba el almuerzo y, extraño o no, terminaba la diversión y se acababan las ganas de todo. Aparte de la tele, que se volvÃa fomÃsima -porque sin monos animados, qué más fome que eso, claro, salvo las mañanas y SabadoS GiganteS, que darÃan para historias aparte-, los fines de semana eran una experiencia que ojalá pasara lo más rápido posible.
Como nunca me hice de amistades en los lugares donde vivÃ, mis juegos eran más bien autistas, un rato en el patio armando o desarmando cosas y eso serÃa todo. Cuando me cansaba, entraba a la casa, en donde mis viejos estaban viendo lo que habÃa en la tele. Llegaban a su fin las imágenes ultra-estiradas de un capÃtulo de Kung-Fu, cuando irrumpe nuevamente Marcelo con su discurso de todos los domingos a media tarde: "Las mil bolsas de productos Dos en Uno van para el hogar... (inserte aquà el nombre de una organización de beneficencia de la que no haya escuchado jamás en su vida)... Ud. siga prefiriendo productos Dos en Uno y la compañÃa de Televisión Nacional. ¡Y ahora adelante, con más acción!" Al menos por ese rato alucinaba con las mil bolsas. Era como ganar un premio grande, no de plata sino de dulces. Con el tiempo pensé que en verdad esas 1000 bolsas no eran tanto, y que para una empresa tan grande eran una donación irrisoria.
En cada recuerdo de la tele de antes que se hace, le achacan a Marcelo el ser comercial a destajo y de enchufarles productos a los cabros chicos a cualquier precio. Aún asÃ, me tinca que si Marcelo, en vez de regalar tantos cassettes de Cachureos y tantas bolsas de dulces cada domingo, los hubiera vendido, talvez otra serÃa su historia.
Como chicle en este momento. Y no, todavÃa no sé hacer globos.