El gran dÃa era cuando mi viejo me levantaba temprano y me llevaba al Persa Estación para comprarme zapatillas. Y fijo que era una mañana entera, con media tarde inclusive. El paseo parecÃa eterno, entre vendedores insistentes, la música de cumbia de las casseterÃas a todo volumen y las fachadas gigantes de los locales, tapizadas de chaquetas con chiporro o jeans. Recuerdo que cuando chico jamás conocà las zapatillas de marca. Después subir a la micro con el clásico "¡upa!", de vuelta a la casa, con el olor a bencina impregnado y aguantando las ganas de vomitar. Pero con zapatillas recién compradas.
Pensándolo bien, es hasta bizarro que hayan existido las zapatillas de He-Man. O sea, He-Man es poderoso, jamás usarÃa zapatillas, no es su estilo y ni siquiera combinan con su traje. De seguro Skeletor se le reirÃa en su cara y sus amigos lo molestarÃan por mamón. Las zapatillas de este comercial ochentero son tan malas, plásticas y rancias como las que me compraban a mà pero, por otro lado... vamos... ¡son zapatillas He-Man! Ver la cara de envidia de los amiguitos simplemente no tenÃa precio. Yo dirÃa más bien que tenÃa precio infinito.