La tradición está medio perdida al acabarse el predominio de los diarios en papel hace largo rato ya, pero era muy común que en época de Festival de Viña cada diario lanzara su suplemento especial. La Cuarta, La Tercera y hasta La Estrella de Valparaíso tenían el suyo (medio obvio de todas formas, si es de allá). Pero no hubo suplemento que metiera más ruido haciéndose publicidad ni con el aviso más simpático que “La Gaviota” de Las Últimas Noticias. Según la Wiki, un suplemento que nació en 1984 y duró hasta 1995. Todos los años las gaviotas en la playa y ese computador que ya nos parece hasta prehistórico a orillas del mar. Sólo le cambiaban los cahuines y ya podían reciclar el spot el año que se les antojara. Porque, tamaire, qué spot más reciclado que el de La Gaviota.

Me costó creer esta abominación. Con esto no sólo me desayuné, me almorcé, me tomé once y me hice un bajón a la 1 de la mañana como la otra vez, sino que además me alcanzó pa’ un tocomple del Doggis con jugo Yupi a las 3 de la mañana. Vamos preparando esas generosas bolsas de mareo porque, en nuestra sección “Si Pato come pez”, presentamos una nueva abominación sacada de en medio de los dosmiles: los chicles Dos en Uno alcanzaron a caer en el flagelo del reggaetón. Yep. Los últimos manotazos de ahogado de estos tradicionales chicles, antes de caer en una triste irrelevancia de la que no salieron más, fueron al ritmo de esta cosa. El cuento estaba en regalar un tattoo con cada chicle con diseños que, desde lo incipiente de la nueva moda (que al final, penosamente, no fue moda) intentaban estar a tono con ésta, en una promo que terminó olvidadísima. No voy a emitir más comentarios. De todas formas, esto mete la cabeza al guáter por sí solo. 

¡Es hoy, es hoy! Un día como hoy, 10 de febrero, pero de 2007, y luego de una intensa campaña mediática desde el año 2006, partió lo que en teoría (y en las mentes de los ideólogos de cierta universidad que al menos yo no mencionaré porque por la chucha que da rabia y da lata) le iba a cambiar de forma definitiva la cara al transporte público capitalino: el Transantiago. Para ello se “tomó prestada” la cara del futbolista chileno más afamado por esos años en el extranjero: Iván “Bam Bam” Zamorano. Un sistema que prometía (y en el que muchos quisimos creer), pero que se quedó en la promesa y que al final tuvo que prácticamente ser armado de nuevo. Bam Bam, luego de una destrucción de imagen como pocas en la historia reciente de Chile, renunció a ser rostro de la campaña el mismo día del inicio oficial de operaciones. Y hoy, el actual sistema Red, a duras penas, trata de sacudirse el estigma dejado por su antecesor hace dos décadas, lidiando hasta hace poco con atentados incendiarios (aunque ahora ya menos) y con la gran masa de pasajeros que evaden el cobro. El tema del Transantiago se convirtió en tema tabú en la casa de estudios de esos ideólogos, que podrán tener todos los títulos y diplomas en ingeniería de transporte, pero que jamás usaron una micro.

Corría el primer semestre de 1993, cuando a los marketeros de turno se les ocurrió que sería buena idea agarrarse del elogio de “bombón” para promocionar la teleserie que justo estaba lanzando el Canal 13, con un producto de consumo. Y así fue como Savory lanzó el Chomp Marrón Glacé, una nueva versión del bombón helado que habían lanzado tres años antes, y aprovechó a actores protagónicos de la teleserie y otros no tanto, como Fernando Kliche, Katty Kowaleczko y Francisco “Pancho” López. Como sea, posiblemente el Chomp Marrón Glacé haya sido el producto nacido al alero de una teleserie chilena que más se recuerde (obviando los cassettes, claro).

Corría agosto de 1991 y veíamos como anunciaban por la tele una nueva promoción de la CCU que premiaba con consolas y juegos Nintendo. Una de tantas de estas promos que vendrían después. Los premios eran consolas NES y juegos de bolsillo Game & Watch. Aunque para 1991, y aunque recién apareciendo, ya existían el Super Nintendo y el Game Boy, así que tal vez esta promo pudo verse un tanto desfasada. Pero tantito no más. Igual al final hubiese puesto un “You Win” porque, honestamente… ¿qué estaban pensando los chicos de la CCU cuando terminaron el spot con un “Game Over”? OK, los juegos de peleas aún no eran top en ese tiempo, ya, retiro lo dicho. 

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De esto no me acuerdo de casi nada... o sea, casi nada, salvo estos créditos finales. “Sally, la brujita”, un animé que cuando lo veía en la tele ya era antiguo (se produjo entre 1966 y 1968). La letra de la canción se entendía de a pedazos, ya que tenía un sonido re cutre, pero como empezaba era chistoso y por lo mismo siempre me quedaba hasta el final: “🎶 Guerra sin cuartel a las niñas les daremos / porque son muy feas y no saben ni jugar […] ¡No nos gustan las niñas! 🎶”

No, Hickory Hill no empezó na’ mezclando sabores y haciendo experimentos raros pa’ saber si a la gente “le gustó”. Na’ de eso. El primer jugo en polvo Hickory Hill que existió fue una limonada. Yep, limonada en polvo. Con la tabla periódica completa, pero ya, concedámosles el punto. Y de ahí el nombre y todo el cuento agringado, porque qué podría ser más gringo que un puesto de limonada atendido por niños. Y apareció antes que el Tapsín. Esto era como un Tapsín helado. O sea, no era un medicamento, para nada, pero era una limonada y presumía de tener vitamina C, entonces era como un... se entiende, ¿no? Ahora, en fin, un jugo en polvo con un sólo sabor, y encima un sabor fome, como que no daba para mucho. Un buen día desapareció y nadie la extrañó. 

Hablemos de marcas que todos conocían, pero que todos olvidaron: André Bernard. Toda la vida es de un aburrido blanco y negro, hasta que llega el color de los jeans a cambiarlo todo. Full lugar común. Con la tele en blanco y negro, aún en uso, la mitad de nosotros se perdió el efecto. Gran idea, campeón. 

Otra de esas financieras que florecieron en la era ochentosa, pero que no se recuerda tanto como la Condell, fue Fusa. El spot aún se recuerda, pese a que tal vez ya no recordemos ni el apellido del cliente ni que éste pretendía hacerse pasar por su jefe, para no parecer tan rasca y ser sujeto de crédito. Las financieras de ese tiempo, como ésta y la Condell, apostaban a romper la percepción de tener que concurrir a la sucursal, hacer filas y seguir trámites burocráticos para conseguir un “préstamo”, sino hacer que la montaña vaya a Mahoma. Este spot podrá no ser el más recordado, pero sus últimos 3 segundos son dinamita: “Se va a sentir bien en Financiera Fusa. Se lo prometo”. 

Estamos ante una pieza inmortal de la publicidad en Chile. Uno de los tantos personajes que nos mostró por la tele el Hogar de Cristo, pero que, sin duda, es el que aún mejor se recuerda: el “Flauta”. Un niño, como tantos de dicha fundación, que se hizo famoso por tocar la flauta dulce a temprana edad de forma autodidacta.