SÃ, leÃste bien, 1982. Y también leÃste bien lo de "light". Antes de la aparición de Diet Coca-Cola incluso. PodrÃamos decir que fue un producto adelantado a su tiempo. En tiempos en que los productos "diet" (ni siquiera "light") ocupaban un mezquino rincón de 2x2 en los supermercados. La historia de los productos de consumo está llena de productos que llegaron, duraron un rato y se fueron. No sé cuál fue más extraño, si la aparición de Fanta Sol y Fanta Frut, o esta Sprite Light. Antes del Nutra Sweet (o "aspartamo", su nombre crudo), la sucralosa y la stevia. Tiempos en que lo dietético (al menos desde los Estados Unidos, donde lo light partió en los años 60s) era únicamente endulzado con sacarina. Y qué mal sabor tenÃa la sacarina.
Yo no bebo ni fumo. Pero aunque lo hiciera, eso no me deja fuera de lugar a la hora de comentar que esto es como el forro. TÃpico de esos programas de conversación rancios de sábado por la noche en los noventas o en los 2000 (la verdad es que ni yo me acuerdo) donde el olor a trago llegaba a salir por los parlantes y las pantallas de las teles de la gente en las casas. Sonido malo, edición como las huevas y, de más decirlo, debe ser de esas etapas que hoy el "ex huevo" quisiera no recordar tanto.
Si pasarlo bien significa depender de una botella, gritar como si no hubiera un mañana, hacer cámara copeteado y hacer spots malos, paso.
CapÃtulo 7
En eso sacó un álbum y me empezó a mostrar las fotos de unas vacaciones que le regalaron en la pega. Nunca he sabido cómo cresta sortean los cupos. Pero el momento era demasiado la raja como para echarlo a perder por hueás.
- Y ésta es la que más me gusta - dice, mostrándome una foto posera a más no poder.
- A ver... - le respondÃ, pidiéndole el álbum.
Vi que tras esa foto habÃa otra. La saqué y era la misma, pero con la diferencia de que salió corrida y ella salió con los ojos cerrados.
- Me gusta más esta - le dije. Ella se rió.
Y en eso, el hueón del piso de arriba empieza a taladrar.
Todos los comerciales de Soprole en los 80s dejaron más o menos huella en el inconsciente colectivo. Soprole tuvo muchos postres en los 80s, y de ellos varios ya desaparecidos. Pero quedaron muchos aparecidos en esa época, como la sémola con leche y éste, el arroz con leche. La idea de industrializar postres caseros sin embargo no es chilena sino, sÃ, adivinaron, de los gringos, que ya en la década de los 50 inventaron el budÃn instantáneo que, aunque no venÃa preparado de fábrica, se podÃa preparar en poco tiempo. Sin embargo nuestras creaciones chilenas tenÃan su toque y fueron aceptadas muy bien desde un comienzo, a diferencia de las creaciones gringas, que eran vistas como artificiales y que, sin duda, les faltaba bastante evolución para ser lo que son ahora.
A lo que apostó Soprole con este comercial fue a la modernidad. Y, paradójicamente, lo hace en formato de cine mudo. La madre del hogar llega de compras con la novedad del momento. De inmediato lo comparte con su familia, pero con algo no cuenta: que la nana golosa también querÃa probarlo.
El Spot del Recuerdo: Centro de Formación Técnica Simón Bolivar
- Por Preto
- junio 05, 2015
Ya, 60 millones no es mucha plata, ¿no? El cuento es que el querido ce-efe-té Simon Bolivar, el mismo que nos mostraba una señal en el cielo, nos iba a buscar a la playa y nos ofrecÃa la posibilidad de conocer lindas niñas para pedirles pololeo a la semana de empezar las clases, es sorprendido por una petición de quiebra. Tiró 2 cheques a fecha que resultaron terminar sin fondos. Las redes sociales festinan (lo cual resultó hasta en una desactivación de comentarios e inserción de uno de sus comerciales por parte de la agencia) y cambian la letra de su insigne jingle:
"Lo mejor ya se está haciendo,
Simón Bolivar está creciendo.
Ven a ganar, ven a triunfar,
una carrera te espera (...aaaaaaaa)"
Asà han aparecido variaciones como "Lo mejor ya se está haciendo / Simón Bolivar se fue a la chucha..." Pero, volviendo al tema, pese a prometer el éxito a sus estudiantes, y con todo respeto, aún siento que los centros de formación técnica (e incluso algunas universidades privadas) son manantiales de mano de obra barata, que lo único que te garantizan es no trabajar haciendo el aseo. Si es que. El gobierno, de cuando en cuando, se lanza las frases al viento diciendo que "lo que necesita Chile son técnicos". Sóplame este... ojo.
Sigo en lo de los 60 millones. Para una institución como ésta no es mucha plata ¿no? Pedir la incautación de todos sus bienes no será mucho? Me huele a otra cosa.
Hoy en la mañana compré un paquete de galletas en el Big John. Cuento aparte el que los precios en estos locales parezcan más un asalto a mano armada que otra cosa, el asunto es que uno siempre termina comprando ahà porque está “a la pasada”. Las ubicaciones de estos almacenes de conveniencia las escogieron con pinzas, justo para no toparse con el clásico “almacén de barrio”. El vendedor sólo me entregó el voucher de Redcompra. Rara vez me han dado boleta. Y nunca he reclamado. Prefiero que el IVA se lo quede el comercio en vez del Fisco. Últimamente ha estado bien trucha esa institución como para seguirle regalando plata. La gastan en puras huevadas.
Pero retrocediendo en el tiempo, hace unos casi 30 años, el Fisco era divertido. Incluso se metió a crear concursos, como éste, introducido nada menos que en el programa más popular del momento, Sábados Gigantes. El jingle era:
“Tomboleta, Tomboleta,
gane una casa donde usted quiera
Compre lo que compre pida su boleta
y cuando tenga treinta…
¡Gane con la Tomboleta!"
El asunto es que primero los concursantes participaban respondiendo preguntas, y el que ganaba esa ronda participaba por la casa. Cuando llego a alguna puerta o alguna reja siempre me acuerdo del juego de las llaves. No siempre recuerdo qué llave abre qué. Entonces tiro la talla de las llaves.
Un dÃa tenÃa que hacer una maqueta de una casa, y era bien divertido lo de cortar el cartón corrugado y hacer muebles de cajas de fósforo. Era genial. Luego pintar, y finalmente hacer el techo, que era sacar una de las capas al corrugado y que la forma de la capa de al medio fuera parecida a la de un tejado de Pizarreño o de zinc. La casa, a sugerencia de mi vieja, tenÃa la misma forma de las de la Tomboleta o, al menos, la que mostraban en la tele. Pero lo que siempre me mereció dudas fue que cómo podÃan tener la misma forma si la gente escogÃa en que ubicación geográfica la querÃa. ¿Una vez que la persona se ganaba la casa iban al terreno y la construÃan? ¿O era una casa ya construida y por la que el Fisco pagaba su valor? ¿TenÃa algún lÃmite de precio en UF?
Mientras el Fisco no se ponga entrete de nuevo y regale cosas en vez de gastarse la plata como las huevas, no esperen mi IVA.
En los ochentas, existÃan claramente dos productos "dominantes" entre los fortificantes para la leche: el Milo y, secundariamente, el Cola-Cao. Curiosamente, ni Nestlé (fabricante de Milo) ni Nutrexpa (fabricante de Cola-Cao) ofrecÃan leche lÃquida. Pero Calo sÃ, y seguramente con la movida de ofrecer este "Calo Choc", que en realidad no tiene nada que ver con el chocolate, sino que era leche y fortificante todo en uno, pensaron que la iban a hacer de oro. Y no fue la última vez que intentaron por ahà hacer lo mismo. Llegó la moda con Dimensión y Pert Plus de ofrecer shampoo y bálsamo todo en uno. Y luego, algo sinceramente olvidable como lo fue la Pistol Cola. Ninguno de ellos existe ya. Estas cosas las hacÃan para los flojos. Y, por lo visto, parece que no somos tan flojos después de todo.
Al final Nestlé con su Milo siguió reinando y Calo... en fin, Calo siguió vendiendo leche y esa abominación del demonio llamada "bebida láctea" más conocida como Super Calo. Y hay gente que la compra creyendo que es leche. Calo, no cambias.
- Ponte la 3 - le dije mientras iba a hacerme un café.
- Bien movida la mina... aunque nunca me ha convencido tanto como canta...
- Pero es pegote, entretenida, tira pa' arriba, ¿o no?
- Bueno, sÃ. Pero ¿qué me ibas a contar?
- Soñé con ella.
- Ya, déjame hasta ahÃ. Nah, en serio... ¿soñaste con ella?
- Yo sabÃa que un dÃa iba a pasar. Fue cuático porque...
- Pero ya, cuenta, cuenta, ¿qué soñaste? - me interrumpió, sonriendo.
- Estaba frente a mÃ. Primero la vi a la distancia, y mientras se acercaba seguÃa sonando la canción, mira, ponla de nuevo - le dije.
Ella apretó un botón del control y la canción empezó de nuevo.
- Y ella se movÃa y yo trataba de seguirle el ritmo...
- Ya, pero hagamos cuenta que es tu sueño - dijo.
Se levanta del sillón con su delgada figura y esos aros que nunca he podido ignorar. Cada vez que los usa me llaman la atención. Y esa risa que podrÃa reconocer a kilómetros de distancia. Se comienza a mover y me pide que la siga.
- Ya poh, si vamos a hacer esto hagámoslo bien. Ya, muévete, no seai latero...
Y ahà estaba, con esa amiga que no sabÃa bien si era amiga o algo más. Pareciera que ella hubiese querido. A mà me dió entre vergüenza y lata seguirle el juego, asà como cuando me pidió que le cantara una canción de la radio. De eso ya hace mucho.
- Ya, que eris fome - me dice.
- Pero déjame seguirte contando poh...
- Ya, y qué más... - me pregunta con un tono que no sé si era de lata o de curiosidad. No sabrÃa distinguir. No entiendo a las mujeres.
- Después de eso se acerca y queda frente a mÃ. Me sonrió. Era un poco más alta que yo.
- ¿Asà como yo? - me preguntó coqueteando.
- Más o menos... Aunque igual tú...
- ¿Vamos andando mejor?
- ¿A donde?
- Al cine a ver la pelÃcula poh. ¿No habÃamos quedado en eso?
FotografÃa de epSos.de bajo licencia CC BY 2.0.
- Bien movida la mina... aunque nunca me ha convencido tanto como canta...
- Pero es pegote, entretenida, tira pa' arriba, ¿o no?
- Bueno, sÃ. Pero ¿qué me ibas a contar?
- Soñé con ella.
- Ya, déjame hasta ahÃ. Nah, en serio... ¿soñaste con ella?
- Yo sabÃa que un dÃa iba a pasar. Fue cuático porque...
- Pero ya, cuenta, cuenta, ¿qué soñaste? - me interrumpió, sonriendo.
- Estaba frente a mÃ. Primero la vi a la distancia, y mientras se acercaba seguÃa sonando la canción, mira, ponla de nuevo - le dije.
Ella apretó un botón del control y la canción empezó de nuevo.
- Y ella se movÃa y yo trataba de seguirle el ritmo...
- Ya, pero hagamos cuenta que es tu sueño - dijo.
Se levanta del sillón con su delgada figura y esos aros que nunca he podido ignorar. Cada vez que los usa me llaman la atención. Y esa risa que podrÃa reconocer a kilómetros de distancia. Se comienza a mover y me pide que la siga.
- Ya poh, si vamos a hacer esto hagámoslo bien. Ya, muévete, no seai latero...
Y ahà estaba, con esa amiga que no sabÃa bien si era amiga o algo más. Pareciera que ella hubiese querido. A mà me dió entre vergüenza y lata seguirle el juego, asà como cuando me pidió que le cantara una canción de la radio. De eso ya hace mucho.
- Ya, que eris fome - me dice.
- Pero déjame seguirte contando poh...
- Ya, y qué más... - me pregunta con un tono que no sé si era de lata o de curiosidad. No sabrÃa distinguir. No entiendo a las mujeres.
- Después de eso se acerca y queda frente a mÃ. Me sonrió. Era un poco más alta que yo.
- ¿Asà como yo? - me preguntó coqueteando.
- Más o menos... Aunque igual tú...
- ¿Vamos andando mejor?
- ¿A donde?
- Al cine a ver la pelÃcula poh. ¿No habÃamos quedado en eso?
FotografÃa de epSos.de bajo licencia CC BY 2.0.
No me vengan con cuentos. ExistÃan los perfumes (carÃsimos)... y las colonias (tÃpico regalo de cumpleaños, de santo, de Navidad, etecé, etecé, etecé). Pero, pese a ser un producto de medio pelo que aspiraba a vestirse de un status que no tenÃa, y dárselas de "eau de toilette" o, en su defecto, "eau de cologne", por la época, le resultó. Estaba la emblemática Coral (con comercial de Cecilia Bolocco y todo... ¡esto es del año siguiente a cuando ganó el Miss Universo!), o si no la Gelatti (carnet al -8) o bien esta mÃtica Jean Les Pins (pronúnciese bien a lo huaso, "yanlepán"). La estética es tÃpica de los ochentas, tonos entre dorados y sepias, siluetas de mujeres echándose el producto tal si fuera agua mineral (saludos, Mr. Santis) y si sumamos el efecto borroso del video de esos años tenemos el ambiente perfesto.
CapÃtulo 5: Un grito
Llegaba muerto. Lo patético es que se trataba de un dÃa viernes, dÃa en que se trabaja hasta un par de horas pasado el mediodÃa. ¿Cuánto puede matar trabajar 5 horas? Yo lo cambiarÃa por un “¿Cuánto puede matar una semana completa de ir de la casa al trabajo y del trabajo a la casa?” Eso sà mata. Mata lo más precioso, en caso que lo exista, de este mundo. Usted, se ha detenido a pensar… ¿en qué momento de su puto dÃa y de su puta existencia ha tenido tiempo durante la semana de dedicar un momento para hacer lo que le gusta… sin sentir culpa?
Por ello fue que ese viernes, pese a llegar temprano y a tener más o menos pensado en qué gastar el tiempo, cuando ya estaba presto a dedicarme a “mis” asuntos, me tiré en el sillón y dormÃ. Las voces que se oÃan desde el TV se metÃan en mi sueño, se hacÃan imagen en forma de lugares en que personas aparecÃan hablando de accidentes de tránsito, de los últimos estrenos de cine, de presidentes que se reunÃan para hablar de temas importantes, de modelos recomendando tal o cual shampoo, del último escandalo del pelmazo de turno o de qué sé yo qué cosa. Todo entraba y se hacÃa imagen viva y presente. Y estaba ahÃ, frente a mÃ. Pero era como si no me importara. Otra vez lo mismo, pensé.
Hasta que entre esas personas la alcancé a ver. Mala idea habÃa sido investigar su Facebook. Ahà supe que nunca respondió mis mensajes. Ahà supe que definitivamente una amistad de media vida se habÃa cortado y no hubo una despedida siquiera. Nada. Se hizo “amiga” de un contacto, actualizó su lugar de referencia y, por supuesto, cuando la agregué por segunda vez (porque en una de mis “limpiezas” la borré) no me aceptó de nuevo. No volvió a darme señales de vida nunca más.
En lo primero en que se cae es en buscar razones. Y ante la falta de éstas, la culpa recae siempre en uno. No cae en la otra persona, porque la otra persona en ningún momento se nos pasa siquiera pensar que está mal. Allá afuera todo mundo está bien. Allá afuera todo mundo sabe disfrutar la vida, sentir la cercanÃa de la familia, tener una buena vida social y una linda polola a la que puedes llamar a las 4 de la mañana y te responderá radiante de felicidad. Allá afuera está toda esa gente que se toma vacaciones y a la vuelta se dedica la tarde entera a subir las fotos de momentos felices a Facebook y etiquetar a sus amigos y al pololo o polola. Por supuesto que siempre y al menos por un puñado de minutos es éso lo que uno siente, de que el pasto es más verde en la casa del vecino, como dicen.
El amor apesta. Y la soledad apesta más. Un cuadro de fotos sobre el velador dice escrito a la rápida “disponible”, como quién por no estar solo busca a alguien que simplemente sirva de relleno para que la presión social no termine destruyendo el poco mundo que va quedando. El lado esperanzado y cuerdo del cerebro va en busca de un lapiz y tacha lo que dice el cuadro para luego escribir “reservado”, como si por ese mágico acto uno se transformara de un simple y patético solitario hambriento de amor y compañÃa en una persona que al menos da la imágen de ser dueña de su tiempo, que el tiempo no se le va, que tiene la certeza de que después de los treintas aún se está a tiempo para vivir lo que no vivió ¡antes de los veinte!
El problema es que no existe aquà un lado cuerdo y mucho menos esperanzado que siquiera se atreva a cambiar el “disponible” por el “reservado”. Sin embargo, aunque el lado cuerdo y esperanzado no esté, el ser perturbado y sin sosiego que hoy existe debe hacer algo. “Porque solo no te va a llegar”, dicen. Lo más paradójico es que cuando les preguntas por cosas de amor te dicen “calma, si te va a llegar cuando menos lo pienses, te va a llegar sola”.
Y llega el momento en que después de tanta vuelta y tanta paja mental se vuelve a lo mismo: la necesidad de un soporte emocional. Mientras otros lo tienen al lado, o al menos a un WhatsApp de distancia, a mi me reiteran: tu soporte emocional te lo tienes que dar tú.
Por un momento renace la esperanza, porque lo que más grande tiene el pobre es la esperanza. El pobre de riquezas, y también el pobre de afectos, que a mi juicio es tan triste como el primero. Hay esperanza, pero lo que falta son energÃas. EnergÃas gastadas por años en agradar a personas que vi cerca y que pensé que me podÃan comprender. Algunas me sonreÃan, otras me ignoraron, otras escaparon y algunas me hirieron.
Ella fue de las que escapó. La de media vida, escapó. Y lo que no me habÃa sucedido nunca en mi vida (y cuando digo nunca, de verdad me refiero a nunca): al final de mi sueño, luego de verla correr lejos, grité su nombre como nunca antes en un sueño y, más que eso, el grito no quedaba en mà ahogándose, el grito salÃa con fuerza y por largos segundos, hasta extinguirse la fuerza que esos 14 años me habÃan dado para liberarlo, hasta hacerse difuso e ininteligible, hasta hacer evidente que esos 14 años habÃan expirado y que no habrÃa nada más. Que ella se iba para siempre.
Hoy vivo solo. De hecho, me siento más solo que nunca en mi vida. Y esa soledad me acompañará por un tiempo que ni siquiera está definido. Hay una posibilidad de que se transforme en libertad. Es pequeña, pero existe. Cuando esa transformación ocurra, será cuando deje de pensar en personas que no están entrecruzadas en mi camino hacia adelante, y cuando deje de querer gritar sus nombres hasta agotar mi voz dentro de un sueño.
Este grito iba para tÃ. No serÃa tan capaz de matar media vida de cercanÃa como tú lo hiciste, y es por eso que nunca diré tu nombre otra vez, mientras esté despierto.
Por ello fue que ese viernes, pese a llegar temprano y a tener más o menos pensado en qué gastar el tiempo, cuando ya estaba presto a dedicarme a “mis” asuntos, me tiré en el sillón y dormÃ. Las voces que se oÃan desde el TV se metÃan en mi sueño, se hacÃan imagen en forma de lugares en que personas aparecÃan hablando de accidentes de tránsito, de los últimos estrenos de cine, de presidentes que se reunÃan para hablar de temas importantes, de modelos recomendando tal o cual shampoo, del último escandalo del pelmazo de turno o de qué sé yo qué cosa. Todo entraba y se hacÃa imagen viva y presente. Y estaba ahÃ, frente a mÃ. Pero era como si no me importara. Otra vez lo mismo, pensé.
Hasta que entre esas personas la alcancé a ver. Mala idea habÃa sido investigar su Facebook. Ahà supe que nunca respondió mis mensajes. Ahà supe que definitivamente una amistad de media vida se habÃa cortado y no hubo una despedida siquiera. Nada. Se hizo “amiga” de un contacto, actualizó su lugar de referencia y, por supuesto, cuando la agregué por segunda vez (porque en una de mis “limpiezas” la borré) no me aceptó de nuevo. No volvió a darme señales de vida nunca más.
En lo primero en que se cae es en buscar razones. Y ante la falta de éstas, la culpa recae siempre en uno. No cae en la otra persona, porque la otra persona en ningún momento se nos pasa siquiera pensar que está mal. Allá afuera todo mundo está bien. Allá afuera todo mundo sabe disfrutar la vida, sentir la cercanÃa de la familia, tener una buena vida social y una linda polola a la que puedes llamar a las 4 de la mañana y te responderá radiante de felicidad. Allá afuera está toda esa gente que se toma vacaciones y a la vuelta se dedica la tarde entera a subir las fotos de momentos felices a Facebook y etiquetar a sus amigos y al pololo o polola. Por supuesto que siempre y al menos por un puñado de minutos es éso lo que uno siente, de que el pasto es más verde en la casa del vecino, como dicen.
El amor apesta. Y la soledad apesta más. Un cuadro de fotos sobre el velador dice escrito a la rápida “disponible”, como quién por no estar solo busca a alguien que simplemente sirva de relleno para que la presión social no termine destruyendo el poco mundo que va quedando. El lado esperanzado y cuerdo del cerebro va en busca de un lapiz y tacha lo que dice el cuadro para luego escribir “reservado”, como si por ese mágico acto uno se transformara de un simple y patético solitario hambriento de amor y compañÃa en una persona que al menos da la imágen de ser dueña de su tiempo, que el tiempo no se le va, que tiene la certeza de que después de los treintas aún se está a tiempo para vivir lo que no vivió ¡antes de los veinte!
El problema es que no existe aquà un lado cuerdo y mucho menos esperanzado que siquiera se atreva a cambiar el “disponible” por el “reservado”. Sin embargo, aunque el lado cuerdo y esperanzado no esté, el ser perturbado y sin sosiego que hoy existe debe hacer algo. “Porque solo no te va a llegar”, dicen. Lo más paradójico es que cuando les preguntas por cosas de amor te dicen “calma, si te va a llegar cuando menos lo pienses, te va a llegar sola”.
Y llega el momento en que después de tanta vuelta y tanta paja mental se vuelve a lo mismo: la necesidad de un soporte emocional. Mientras otros lo tienen al lado, o al menos a un WhatsApp de distancia, a mi me reiteran: tu soporte emocional te lo tienes que dar tú.
Por un momento renace la esperanza, porque lo que más grande tiene el pobre es la esperanza. El pobre de riquezas, y también el pobre de afectos, que a mi juicio es tan triste como el primero. Hay esperanza, pero lo que falta son energÃas. EnergÃas gastadas por años en agradar a personas que vi cerca y que pensé que me podÃan comprender. Algunas me sonreÃan, otras me ignoraron, otras escaparon y algunas me hirieron.
Ella fue de las que escapó. La de media vida, escapó. Y lo que no me habÃa sucedido nunca en mi vida (y cuando digo nunca, de verdad me refiero a nunca): al final de mi sueño, luego de verla correr lejos, grité su nombre como nunca antes en un sueño y, más que eso, el grito no quedaba en mà ahogándose, el grito salÃa con fuerza y por largos segundos, hasta extinguirse la fuerza que esos 14 años me habÃan dado para liberarlo, hasta hacerse difuso e ininteligible, hasta hacer evidente que esos 14 años habÃan expirado y que no habrÃa nada más. Que ella se iba para siempre.
Hoy vivo solo. De hecho, me siento más solo que nunca en mi vida. Y esa soledad me acompañará por un tiempo que ni siquiera está definido. Hay una posibilidad de que se transforme en libertad. Es pequeña, pero existe. Cuando esa transformación ocurra, será cuando deje de pensar en personas que no están entrecruzadas en mi camino hacia adelante, y cuando deje de querer gritar sus nombres hasta agotar mi voz dentro de un sueño.
Este grito iba para tÃ. No serÃa tan capaz de matar media vida de cercanÃa como tú lo hiciste, y es por eso que nunca diré tu nombre otra vez, mientras esté despierto.