(Por Werne Núñez, publicado en Zona de Contacto de El Mercurio, 24/11/2000)
A fines de 1997, después de trece años al aire en UCV Televisión con el mismo programa y con (casi) la misma ropa, Roberto Nicolini (41), "el tío Roberto", se fue del canal. Bueno, en rigor lo fueron. La razón: Roberto Vargas, el gerente de turno de la estación ("un ex marino" con "algunos cursos de administración"), consideró que el animador estaba demasiado gordo, viejo y pelado, frase que se hizo célebre durante al menos una semana tanto en los diarios de la zona como en algunos de la capital. Según Nicolini, Vargas le dijo que con la plata que le pagaba, "él podía contratar a diez minas para, bueno, cualquier favor sexual" (en UCV Televisión dijeron no conocer el actual paradero del ex director para confirmar la versión). El hecho es que Nicolini quedó fuera. Terminaba su carrera en UCV TV, una carrera que había comenzado a los seis años en el mismo canal, como el niño al que se le cumplían los sueños en Quiero ser, un programa animado por su hermana Pía Nicolini.
Con Pipiripao, Nicolini había levantado un programa a pulso, con presupuesto cero que sirvió, entre otras cosas, para salvar a un canal que no veía nadie y por el que nadie, ni siquiera la propia universidad, daba un peso.
Es por eso que con Nicolini fuera, Pipiripao nunca fue lo mismo. Ni la repetición de las repeticiones de monos japoneses como Jet Marte o Centella, ni la búsqueda casi frenética de una imagen que reemplazara la del voluminoso animador, ni las minifaldas de los nuevos rostros del programa pudieron darle otro fin a la historia.
En la práctica, Pipiripao no ha muerto, pero hoy camina como un zombie. ¿Qué pasó en el intertanto? ¿Quién tuvo la culpa? ¿Quién dice la verdad y quién miente? En las próximas dos páginas, intentaremos despejar la verdadera historia de Pipiripao. Un relato en el que se mezclan los chupetes y la envidia, los pañales y el dinero, los peluches y la vanidad. Porque, definitivamente, Pipiripao no es lo que tú imaginas.
El pan de molde
"Llegué a leer noticias por el pan de molde", cuenta Nicolini como prólogo de una historia más larga de lo que se pensaba. El pan de molde era su furgón, un Subarú 600 Carry All que arrendaba con chofer incluido, él mismo, al canal porteño. Y del volante saltó a la fama. Antes de llegar a ser lector de noticias, Nicolini fue productor de prensa, junior del Show de Goles e hizo las notas culturales para Archivo Pop, que conducía Sergio "Pirincho" Cárcamo.
Pero Roberto quería ser animador infantil y lo logró, con algunas coincidencias de por medio. "Tuve un ofrecimiento para reemplazar a Juan Guillermo Vivado en 525 Líneas, del Canal 11, pero no quise", confiesa. Víctor Bielefeldt, ex director de UCV Televisión, lo confirma: "A Roberto lo hicimos pasar de un programa de conversación que tenía los domingos en la noche, La Buhardilla, a hacer la continuidad en La mano mona de Monona, un programa con dibujos animados. Fue cuando la estación había decidido transformarse en un canal eminentemente para niños". La Monona era Amanda Lorca, la primera que ocupó este nombre en Sábados Gigantes, como la hija de "Los Valverde", aunque fue la segunda Monona, Marilú Cuevas, la que más tarde se quedaría con el nombre.
Fue entonces cuando Iván Arenas, el mismísimo Profesor Rossa, que hasta ese momento contaba en su currículum con haber sido utilero de la Tía Patricia y tener su propio show para niños en el canal, renunció a UCV e incubó la idea de hacer otro programa. Arenas se iba al 13.
La idea de Nicolini de hacer otro programa infantil podía empezar a tomar forma. Era solo eso, una idea. Porque recursos para concretarla no existían. Pero cuando no hay plata, dicen, basta con las ganas. Así fue como se reunieron, en abril del 1984, Bielefeldt, Nicolini, John Fleming (director del programa), Fernando González (músico, ex Congreso), Orlando Walter Muñoz (libretista) y un par de camarógrafos (entre ellos, Gastón Centeno, el hombre detrás del robot "Tongas") para dar vida al proyecto que cambiaría, por un tiempo al menos, la gris historia del primer canal de Chile. Materialmente, con lo único que contaban era con un títere peludo que llegaba hasta el codo y que la mamá de Nicolini había comprado en EE.UU., una cámara portátil y la sala de edición del canal. Al mono le pusieron Tuto, pero para el programa no tenían nombre. O tenían muchos.
"Éramos quince los que trabajábamos en todo el canal y todos hacíamos de todo", recuerda Nicolini. Así, la mitad de ellos se puso a pensar. Pasaron varios nombres. Ven a jugar, Aquí todos juntos, Jugando en la tarde y A la vuelta de la manzana fueron algunos, pero no.
Habla Víctor Bielefeldt: "Necesitábamos un nombre pegador y alegre, pero no lo encontrábamos. Así es que tomé un diccionario de sinónimos y antónimos y elegí la palabra Pipiripao, que significa algo así como una invitación a algo muy especial."
Dice la leyenda que usted tomó el diccionario y lo abrió diciendo que donde cayera su dedo, ése sería el nombre del programa. ¿Verdadero o falso?
"Falso. Eso es un mito."
Según Nicolini, la historia del dedo y el diccionario es real y él lo recuerda "claramente", aunque el resto diga lo contrario. En lo que sí coinciden todos es en que la idea de hacer el programa siempre fue de Víctor Bielefeldt, aunque Nicolini precise: "No sé qué decir en relación a eso. La idea es de él, pero el alma era yo. Uno tenía el propósito y el otro el talento". Esa disputa entre "próposito" y "talento" tendría mucho que ver con lo que iba a pasar después.
El factor Nicolini
Para algunos que recuerdan lo que veían en la tele de esos años, el Pipiripao eran las animaciones japonesas setenteras que daban interrumpidas por las historias y canciones del tío Roberto y sus personajes. Para otros, el Pipiripao era Nicolini. Sin embargo, los monos quedaron grabados en la conciencia colectiva de una generación (ver Interzona). Como el canal no tenía fondos, las series eran importadas por W-Unitar, una empresa que compraba las cintas de monos animados y se las arrendaba al canal para exhibirlas. De ahí el mito de que UCV TV tiene el mayor archivo de monos animados de Chile.
A los seis meses de andar, Pipiripao ya impactaba. Algunos datos: Fernando González, (ex miembro de Congreso, autor de otros hits de la Quinta región, como el tema de Mundo Mágico y del himno de Everton, Ever Forever, por si interesa) escribió la música y letra características del programa, el primer rap chileno usado en una cortina (Pipiripao/ es lo que tú imaginas/ pasarlo bien/ y aprender. Pipiripao/ es lo que tú imaginas/ en tu canal/ cerca del mar). En Pipiripao se llevó a cabo también una de las experiencias más recordadas en chroma key (ese efecto especial del Chapulín Colorado cuando se tomaba las pastillas de chiquitolina): el Fantasma, su castillo y su amigo Ble, otro fantasma. Debajo de la sábana estaba Arnoldo Jiménez, un actor que tras ser desechado por el canal porteño consiguió trabajo con el Profesor Rossa como voz en off de su programa en canal 13. Debajo de la sábana de Ble estaba Alejandra Perales, la tía Ale, una caricaturista que fue entrevistada por Nicolini en los inicios del programa y que terminó siendo su esposa, la madre de sus tres hijos y co-animadora durante los últimos años. Y el primer robot estelar de la tevé chilena, según ellos, también debutó en Pipiripao. Su nombre: Tongas. O Gastón al revés, como se llamaba su creador Gastón Centeno, ex camarógrafo y ex director del prtograma (1989-1991), quien se metía dentro del mono de fibra de vidrio y hablaba como gangoso para darle el efecto robótico que requería la ocasión.
Tongas fue un verdadero suceso. Tongas hacía "la informática simpática", explicando temas de computación acompañado de un Atari 800. En la historia, Tongas venía de un planeta donde a veces se le pasaba la mano con el "cherry oil" (el copete de su planeta). Su, digamos, popularidad le sirvió para ser contratado como protagonista de comerciales de un banco ecuatoriano que se filmaron en Chile. Tongas ahora está guardado en el garage de un edificio de avenida Pedro Montt, en Valparaíso, y a Centeno le han ofrecido según él mucho dinero por la carcaza. Pero no está a la venta.
El pituto de Tongas, sin embargo, no se compara con los que conseguía Roberto Nicolini durante los años que apareció en pantalla. Entre 1984 y 1997, Nicolini logró iniciar y sostener una productora (Nicolini & Perales Ltda.) y un circo al frente del cual recorrió el país y amasó el dinero suficiente para tener, entre otras cosas, cuatro casas en la Quinta región.
Esto, según Nicolini, causó envidia: "El diablo metió la cola, y no es chiste. La envidia es una institución nacional, y sobre todo regional". Para Eliana Mendoza, relacionadora pública del canal UCV, el asunto es muy distinto: "A él le servía estar en pantalla y el canal nunca le puso problemas, pero él nunca apreció que estar ahí le daba pitutos, y siempre amenazaba con que lo querían de TVN o de otros canales, pero nunca pasaba nada". Mendoza dice que el tío Roberto no ganaba mucho, como el resto del personal. Nicolini afirma que recibía $800.000 de sueldo más $700.000 en comisiones. Todo con boleta, porque nunca tuvo contrato.
Es el factor Nicolini. El elemento que convirtió a Pipiripao en un éxito, pero también en una bomba de tiempo.
John Fleming, ex director del programa: "Creo que el programa era Nicolini. Cuando él se fue, el programa se terminó. Aquí primaron los problemas personales y la falta de visión de los directivos del canal, por sobre la propuesta."
Gastón Centeno, ex Tongas: "El éxito del programa estaba basado en Roberto y el canal no le dio la importancia que debía, no lo supo apreciar. Hubo problemas por exceso de egos, pero también por falta de adaptación a los cambios y también de presupuesto."
Eliana Mendoza: "Creo que nunca debe hacerse un programa en torno a una sola persona. De todas formas, Pipiripao nunca va a desaparecer."
Roberto Nicolini: "El dueño de Renault en Chile un día me vio en mi Luv y me dijo que no podía ser, que me llevara una station que costaba once millones. Como le dije que no tenía plata, me dijo que le diera la Luv en parte de pago y el resto era regalo. Cuando me vieron en el canal con ese auto, nadie lo soportó."
A los días de este último hecho, Nicolini estaba afuera.
Muertos vivos
En los ochenta no había people meter, pero había auspiciadores, cartas y premios para medir. En los primeros meses del programa, la casilla postal del canal colapsó y las tres horas que duraba competía con los noticieros centrales de los otros canales se llenaron de auspicios que se mencionaban, sin repetir, cada diez minutos. Muchos de los avisadores, que eran captados en un principio por el propio director del canal, Nicolini y el productor, eran de Santiago, incluso cuando el programa casi no se veía en la capital. Y los premios, varios: el de la Asociación de Mujeres Periodistas, el del Consejo Mundial de Educación y tres veces el del Consejo Nacional de Televisión, entre otros. El Apes lo ganó cuando ya se emitía por La Red.
Pero nada valió a la hora del final. Ni el esfuerzo inicial, ni Tongas, ni el Fantasma, ni la decena de co-animadores que tuvo Nicolini, ni los monos japoneses, ni los personajes. Nada. Ni siquiera los niños, que a esa altura ya no eran tan niños.
Según los entrevistados, los aires de divo de Nicolini, sus constantes atrasos, sus inasistencias a la filmación y sus eternas amenazas de otras ofertas terminaron por liquidarlo. Nicolini, por su parte, insiste en hablar de envidias, de egos y de poca visión.
Roberto, oí que nunca aceptaste los cambios, que te creíste el cuento y hasta que eras borracho, drogadicto y le pegabas a tu mujer cuando trabajaban juntos. ¿Oí bien?
"Nada que ver, ¿alguna vez he estado curado en doce años de matrimonio? (pregunta mirando a su esposa). Se inventan tantas cosas. A mí me calumniaron. Lo que pasó es que le empezaron a buscar talento a gente que no lo tenía. Ví cada cosa, pero no me interesa estar mal con la gente del canal. Yo ya perdoné."
¿Pesa ser una leyenda?
"Yo prefiero decir que soy un clásico. Estoy vigente, y creo que la televisión chilena me debe una oportunidad".
Oportunidad que, según la gente de UCV, es difícil que llegue. Aunque cada uno de quienes alguna vez hicieron de Pipiripao el programa de tevé más visto por los niños de Chile, lo tenga como un silencioso e íntimo deseo. El mejor guardado.
Después del incendio (Epílogo)
Así como después de la guerra todos son generales y después del amor un cigarro, después del incendio viene la calma. ¿Así es el dicho, o no? En fin, después del incendio que arrasó con su restaurante en Olmué el año pasado, Roberto Nicolini quebró. Sin seguros y con la convicción de que no saca mucho con seguirle un juicio a quien presume responsable (paradójicamente, un niño), trabaja para pagar. Vendió sus autos, está a punto de vender una casa y anda por la vida en "el carismático", un destartalado Volkswagen que lo lleva de gira cada vez que sale, ahora, promocionando las actividades de la Fundación Paz Ciudadana, acompañado del perro Don Graf. Si bien los tiempos no son los mejores, Nicolini no se queja. Dice que está bien, bien endeudado, pero bien. Preparando un café concert con Marilú Cuevas ("Nicolini con Cuevas") y pretende presentar a los canales los argumentos de dos teleseries que tiene escritas. Nicolini está disponible, al igual que el resto del equipo original. En una de ésas, hoy es el comienzo de algo. El oxígeno después del humo. En una de ésas.